ELÍSABET BENAVENT – LA MAGIA DE SER SOFÍA
Título: La magia de ser Sofía
Autor: Elísabet Benavent
Editorial: SUMA
Páginas: 524
Resumen Contraportada:
Sofía tiene tres amores: su gata Holly, los libros y El café Alejandría
Sofía trabaja allí como camarera y es feliz.
Sofía no tiene pareja y tampoco la busca, aunque desearía encontrar la magia.
Sofía experimenta un chispazo cuando él cruza por primera vez la puerta.
Él aparece por casualidad guiado por el aroma de las partículas de café… o tal vez por el destino…
Él se llama Héctor y está a punto de descubrir dónde reside la magia.
Valoración Desde los Libros: 7/10
Tenía tantas ganas de leer la Magia de ser Sofía como de que llegara por fin el verano, y los dos han venido de la mano. Oí hablar por primera vez de la autora, Elísabet Benavent, hace mucho tiempo, cuando me contaron que había publicado la saga Valeria mientras trabajaba en una importante empresa, y que había sido tal el éxito que se dedicaba a escribir. No sé si esto es así tal cual me lo contaron, pero lo que sí sé es que cuando fui a la librería a curiosear un poco (curiosear en la librería para mí es ver todos los libros que no podré tener pero que me encantaría llevarme conmigo) descubrí que Elísabet había escrito ¡un montón de libros! Y después, además, ¡descubrí que todos eran un éxito!
Si ya creo que escribir un libro tiene un mérito impresionante, semejante colección me fascinó.
No tardé mucho en hacerme con La magia de ser Sofía y La magia de ser nosotros (próximamente en el blog), y los sostuve entre mis manos como si fuesen una cajita de música, de esas que te regalan siendo niña y que sus colores, su brillo, su melodía te atrapan por completo. Son taaaan bonitos.
Así que hace una semana me sumergí en la magia de Elísabet Benavent. Y puedo decir que superó mis expectativas. ¿Por qué? Porque aunque estaban altísimas, iban en una dirección completamente diferente. ¿Qué esperaba? Pues con ese título, y con la portada, esperaba una historia de amor dulce, inocente, una bonita historia con la que soñar por las noches con una sonrisa en la cara.
Y lo sorprendente es que en sí, lo es. Es una historia de amor y es dulce, y también inocente. Pero está aderezada con ironía, palabrotas, sexo. Es decir, es una historia de amor preciosa con la que soñar… de adultos. Cuando ya no se nos permite soñar. Porque es fiel a la realidad, porque te encariña su naturalidad, su realismo, su espontaneidad.
Una lectura ágil, aunque a veces vuelva sobre los mismos puntos y avance más lento de lo que querrías.
Sus personajes son reales y tan bien definidos que a las pocas hojas ya parece que les conoces de toda la vida… y te gusta. Sonrío recordando a Sofía, su forma de ser, sus frases, su carácter. Sonrío con Oliver, con Mamen, con Abel y con Lolo. Y, por supuesto, con Héctor.
Con Héctor, que pese a hacerme revivir el amor en su forma más bonita y emocionante, me ha dejado con el corazón roto.
***SPOILER***
Porque no esperaba ese final para nada, aunque, pensándolo bien, sin ese final no era posible una segunda parte. Qué ingenua he sido que pensaba que la felicidad para la pareja iba a llegar tan fácil. Pero se me olvidaba que la historia es fiel a la realidad, y que para ser coherente y que su amor sea indudable no podía ser sencillo.
El desenlace me ha dejado vacía. ¿Por qué? Y no es una pregunta retórica para explicaros por qué me ha dejado vacía. Es una pregunta para el mundo, para el destino, para Elísabet: ¿por qué no puede ser sencillo, tener final feliz?
Visto desde fuera te hace ver muy claras situaciones habituales y cómo nosotros mismos ponemos obstáculos a la felicidad.
Y no puedo terminar la reseña sin poner varios fragmentos que me han enamorado:
“Tuve la corazonada entonces de que nadie se había parado a regalarle algún capricho, no material, sino emocional. Y Sofía tenía derecho a soñar con volar o con lo que le diera la gana. Y si para ella era importante que alguien la recogiera después del trabajo, yo lo haría. Y apoyado en la pared, junto a la puerta, la esperaba hasta ver cómo su sonrisa atravesaba todos los cristales de Madrid, haciéndolos estallar antes de enganchar su brazo al mío y andar hacía casa. Nunca recorrer tan pocos metros hizo a nadie tan feliz y estaba orgulloso de ser yo el culpable de ese estado”.
“Era un sitio precioso. De verdad. Todos los muebles eran vintage, comprados en el rastro y restaurados con mimo por Lolo y ninguno hacía juego con el otro. Era una especie de cajón de sastre mágico, como el salón de casa de esa abuela que tanto quisiste. Debe de ser por eso que amaba tanto aquél rincón del mundo, porque se respiraban cosas viejas, nuevas, historias y el olor del café como en los buenos recuerdos. Y magia. Mi adorada magia. La que siempre busqué y la que cada cliente que se aferraba al Alejandría también intentaba atrapar. El Alejandría era un portal a un mundo donde a nadie le importaban las rarezas de los otros y eso me parecía lo más mágico del cosmos. (…) Me gustaban muchas cosas del Alejandría. La banda sonora, que siempre escogíamos nosotros. El olor a café molido y los libros viejos”.
EL HILO ROJO:
“Déjame decirte una cosa. Una que nos merecemos escuchar. Cuenta una leyenda oriental que nacemos con un hilo rojo atado a uno de nuestros dedos y en cuyo otro extremo se encuentra la persona con la que estamos destinados a compartir la vida. Este hilo no desaparece y no le afecta el tiempo ni la distancia. Da igual si el hilo se enreda un poco y tardas en conocer a esa persona porque puede estirarse, es paciente y no se rompe. Te acompaña desde tu nacimiento a lo largo de toda la vida e irremediablemente te lleva a tu destino”.
(…)
Al día siguiente, cuando llegué de trabajar (…) lo único fuera de lo normal era un hilo. Un hilo de lana. Rojo. Un hilo atado a la cabecera de mi cama que recorría el suelo y atravesaba la habitación hasta lanzarse por la ventana y en el que no habría deparado si no hubiera llevado atada una nota:
“Si no crees en ese hilo, lo ataré yo mismo a tu dedo para unirlo con el mío. No puedo decir nada más. Sólo que si no es cosa del destino, tendremos que hacerlo nosotros.”
Me ha gustado muchísimo descubrir a Elísabet Benavent, y ya me he sumergido otra vez en la magia… en La magia de ser nosotros.
Recomendado:
- para volver a creer en el amor.
- para encontrar la magia del día a día.
- para la gente que tiene un cacao en el amor, te enseña y muestra muchas situaciones habituales que desde fuera se ven más claras.
- para enamorarse.
- para leer la bilogía seguida, sin hacer pausa entre uno y otro libro.
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